La ciencia revela inédito boceto oculto bajo la Mona Lisa








El procesamiento de luz multiespectral ha descubierto zonas de la obra como las manos y la frente que fueron dibujadas con una técnica denominada spolvero, que permite transferir un boceto preparatorio al soporte definitivo de la pintura. Dicho de otro modo, Leonardo da Vinci hizo una especie de copia de un boceto antes de pintar definitiva su famosa y enigmática Gioconda.

Así lo aseguran el ingeniero Pascal Cotte, fundador de Lumiere Technology, y Lionel Simonot, especialista en propiedades ópticas de los materiales del Instittuto Pprime de la Universidad de Piotiers, en el artículo que ambos firman en la revista Journal of Cultural Heritage tras hallar puntos negros de carbón, característicos de esta técnica pictórica, impregnados en la tabla. La icónica obra de arte que Leonardo da Vinci comenzó a pintar en 1503 y que llevó con él hasta su muerte en 1519 no habría sido pintada, pues, completamente a mano alzada.

El spolvero consiste en dibujar la imagen en un cartón y agujerear su contorno con un punzón para seguidamente ponerlo sobre una hoja encima del soporte final de la obra –en el caso de la obra maestra de Leonardo Da Vinci una tabla de madera de álamo–. Después se empapan los agujeros con polvo de carbón traspasando el contorno del dibujo a la madera de manera precisa. Este procedimiento fue muy utilizado durante el Renacimiento y era especialmente apreciado para realizar obras en serie o frescos, que no permiten rectificaciones debido al rápido secado de la pintura. El propio Leonardo utilizó la técnica en otras de sus obras, como la Dama del armiño, "pero nunca antes se había demostrado en La Gioconda" afirma Cotte en una nota de prensa emitida por el Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS, por sus siglas en francés).

Para saber más

Una Gioconda diferente

El estudio, realizado con técnicas de escaneo de alta resolución capaces de detectar la luz más allá del espectro visible para el ojo humano, ha revelado el spolvero en las muñecas y en la frente de la retratada: "En cuanto a las manos, la pintura final retoma el dibujo de puntos preparatorio", mientras que en la frente, se observa que los puntos de carbón fueron enlazados por Da Vinci, pero que después no respetó la silueta "en el velo y la frente plasmados en la pintura que todos conocemos, claramente desplazados hacia la izquierda", explica Lionel Simonot en la nota de prensa del CNRS. "Esto significa que en el proyecto inicial de Leonardo da Vinci, el rostro de la Mona Lisa estaba orientado más a la derecha", concluye el investigador.

El escaneo realizado con la tecnología más moderna ha revelado que en el boceto original, el rostro de Lisa Gherardini estaba desplazado más a la derecha.

Aunque la tecnología empleada no ha permitido hallar restos de spolvero en otras zonas de la pintura –las partes más oscuras, donde la capa de pintura es muy absorbente, explican los autores–, el estudio ha revelado otro detalle oculto, una pequeña mancha de carbón semejante a una aguja de pelo, dibujada a mano alzada a la derecha de la cabeza de Lisa Gherardini, que Leonardo no conservó en el diseño definitivo. Lo que reforzaría la idea del cambio de idea del artista entre los primeros bocetos y el resultado final de la obra.

Bucear entre capas de pintura

Pero, ¿cómo se atraviesa una gruesa capa de pintura hasta llegar a la superficie de la madera para encontrar restos de carbón sin dañar una obra de 500 años de antigüedad? La técnica empleada consiste en proyectar una serie de luces intensas sobre la pintura y medir la luz reflejada en cada zona. Por encargo del Centro de Investigación y Restauración de Museos de Francia (C2RMF), que quería analizar los pigmentos utilizados por el genio florentino en la obra, Pascal Cotte tuvo acceso a la Mona Lisa en 2004 y con la cámara multiespectral que él mismo ha desarrollado capturó 13 imágenes de la pintura en 13 longitudes de onda diferentes: diez en el espectro visible y tres en el infrarrojo cercano. Después procesó las imágenes con el llamado Método de Amplificación de Capas (LAM, en inglés), que permite analizar la penetración de la luz en la pintura y posibilita recrear todas sus capas, 1.650 tomas en este caso.

Con esta pionera técnica de escaneo y procesamiento de luz multiespectral, Cotte ha logrado identificar y aislar cada capa de pintura, óxido y barnices como si fueran láminas que se despegan y se pueden examinar por separado. Gracias a ella ha realizado sorprendentes descubrimientos en estos últimos 15 años en los que no ha dejado de analizar cada milímetro del retrato "pelándolo" como si fuera una cebolla.

El análisis de la luz reflejada en cada zona de la pintura ha permitido recrear hasta 1.650 capas de barnices y pigmentos que pueden ser estudiadas de forma individual.

A partir del encargo original del C2RMF, el ingeniero ha realizado una propuesta sobre los colores originales de la obra, antes de que los barnices se fusionaran con los pigmentos y le dieran la tonalidad verdosa que tiene en la actualidad. Según él, el resultado se aproximaría bastante a la Mona Lisa del Museo del Prado, la copia más temprana de la obra, que salió del taller de Leonardo da Vinci casi al mismo tiempo en que el maestro trabajaba en la versión del Louvre.

Otros hallazgos que Cotte asegura haber realizado durante estos tres lustros son que originalmente la Gioconda tuvo cejas y pestañas (que sí aparecen en su gemela del Prado), pero que debieron esfumarse en alguna de las muchas restauraciones que sufrió la obra; que cambió la posición de algunos dedos o que originalmente pintó a su modelo con un rostro más ancho y una sonrisa más evidente. Incluso ha llegado a exponer una teoría que afirma que la obra del Louvre ha perdido 2,3 cm en algún momento de la historia, porque sus proporciones no respetan la proporción áurea –es decir que la suma de su lado mayor y menor dividida por el lado mayor sea igual al lado mayor dividido entre el menor–, considerada por Leonardo un ideal estético. Según las mediciones ópticas de Cotte para que se cumpliese esta regla (que se observa por ejemplo en el Hombre de Vitrubio), el ancho de la tabla debería medir 55,5 cm y no 53,2.

Todo ello viene a confirmar la relación obsesiva que ha establecido el mundo actual con la Gioconda y su autor, que ha llevado al sobreanálisis de la obra hasta el punto que cada nuevo detalle que se revela sobre ella genera una gran cantidad de posibles explicaciones que originan a su vez nuevas preguntas y crean un bucle que mantiene el halo de magia y de misterio en torno a la obra de arte más famosa de la historia.

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