El judío que salvó Madrid: Max Salomon.








Grupo de Max Salomon, Buitrago de Lozoya, julio de 1936

Max Salomon Schwartz nacía en Metz cuando esta ciudad francesa, capital histórica de la Lorena, aún formaba parte del Imperio Alemán. Criado en el seno de una familia judía germanoparlante plenamente asimilada pronto destacará por su determinación y fuerza de voluntad. Poco después del fin de la Primera Guerra Mundial, en la que había sido movilizado en grado de oficial por las tropas germánicas, se trasladará a España donde trabajará como representante de la Allgemeine Elektricitäts-Gesellschaft, mejor conocida como A.E.G. En 1924 aparece en una nota publicada en el periódico madrileño La Libertad en la que presentaba una aspiradora revolucionaria en el marco de la Exposición del Lujo:

“Al visitar los diferentes «stands» que se han instalado en el Palacio del Hielo con motivo de la Exposión del Lujo, un ruido especial, suave y tenue, atrajo instintivamente nuestra mirada hacia uno de los departamentos. Un poco curiosos, nos aproximarnos al «stand» que había llamado nuestra atención. La instalación—sobria y elegante —era de la Casa «A. E. G.», de renombre universal. El ruido que momentos antes atrajo nuestra mirada era producido por el aparato aspirador «Vampyr». El encargado especial de la Casa «A. E. G.», Sr. Max Salomón, que se halla al frente de su «stand» en el Palacio de Hielo, y cuyas gentilezas y cortesías agradecemos mucho, hizo practicar algunos servicios en presencia nuestra, que nos admiraron sinceramente.”

En Madrid conocerá a Concha Cazalis, una joven vasca natural de Jeméin, con la que se casará en 1924. El periódico madrileño La Época anuncia el enlace a través de la Embajada Alemana:

Un año después Concha dará a luz a su primer hijo, al que llamarán Germán. Al igual que la familia el negocio también crece. Situado en los alrededores del Museo del Prado, concretamente en el número 29 de la calle Alarcón, esquina Espalter, la “La Casa Max Salomon” se irá convirtiendo en un referente en el incipiente negocio de recambios para bicicletas.

Max Salomon, convencido socialista, tratará a sus empleados con especial atención. Entre ellos se encontraba un jovencito llamado Félix Fernández cuyas aptitudes no pasaron desapercibidas para el bueno de Max.

El estallido de la Guerra Civil pone a prueba el compromiso de Max con la causa republicana. Tras el fracaso del golpe en Madrid, decide enrolarse en las milicias populares que se dirigen a defender la sierra madrileña. Instalado junto a otros milicianos en Buitrago de Lozoya participará activamente en la defensa de las posiciones republicanas. Por su parte, el jovencísimo Félix Fernández será integrado en el Quinto Regimiento, y no entrará en combate hasta el mes de octubre.

En el blog Sol y moscas leemos:

“El 26 las unidades de García Escámez continúan ganando terreno, aunque lentamente debido a la actuación de la aviación republicana. El 27 se ocupan las primeras casas de Robregordo, pero la acción de la artillería y la aviación leales ralentizan el avance. Tras una jornada de relativa calma el día 29 se ocupa Robregordo y el 30 serán ocupados Braojos, La Serna y Piñuecar, incluyendo el estratégico vértice Piñuecar. Tras las líneas de las fuerzas rebeldes quedan los pueblos de La Acebeda, Horcajo, Aoslos y Madarcos. El día 31 se ocupa La Nava y se comienza a preparar el salto sobre Buitrago. El día 1 de agosto apenas se registra actividad, reiniciando el ataque el día 2. El avance resulta penosísimo por los ataques de la artillería y aviación leales, llegando a ocupar unos crestones que desde Piñuecar descienden hacia Buitrago (lo que más tarde será conocido como Parapeto de la Muerte) donde son detenidos por un intenso fuego de armas automáticas y fusilería (seguramente realizado desde lo que se conocería posteriormente como Peña del Alemán), por su flanco izquierdo (oeste) el pantano de Puentes Viejas se convierte en un muro natural infranqueable. Al otro lado de la carretera nacional, el día 4 se ocupa el pueblo de Gascones, tras dejar los atacantes muchas bajas en el terreno, localidad que deberán abandonar al día siguiente ante la presión de las fuerzas leales. El día 7 los rebeldes ocuparán Pradena y el 16 Montejo, ambos pueblos se encontraban desguarnecidos. Tras estos últimos movimientos el frente quedaría estabilizado prácticamente sin variaciones hasta el final de la guerra (…)”

El poeta cubano Pablo de la Torriente Brau, destinado también al Frente de Somosierra, recordaría semanas después su paso por el famoso Parapeto de la Muerte:

“Nosotros llegamos al parapeto al anochocer. Aquel sitio era el que había recibido un nuevo nombre en la geografía del lugar. Se llamaba la “Peña del Alemán” en honor de un compañero comunista alemán, que el 4 de agosto se había batido allí como un héroe por defender la posición. Al alemán, los milicianos, con su dificultad para recordar un nombre extranjero, lo recordaban sólo con el recuerdo”

Pablo nos habla del bautizo de una peña defendida heroicamente por las milicias republicanas, y en particular por uno de sus combatientes, un alemán sin nombre ni rostro, que algunos dieron por muerto, pero que conseguirá reponerse milagrosamente de sus heridas. Se trata de un cerro cercano al pueblo de Buitrago del Lozoya, al norte de Madrid, cuyo verdadero nombre es Cabeza Velayos, pero que desde las primeras semanas de guerra será conocida como la «Peña del Alemán».

Ese enigmático alemán no era otro que Max Salomon.

En el transcurso de la defensa del cerro, de cuyo éxito dependía el futuro de Madrid, Salomón fue herido en el muslo por metralla enemiga. Al ser trasladado al pueblo por sus compañeros, a la vista de los vecinos de Buitrago, éstos llegaron a decir:

«(…)han bajado al alemán y viene muerto».

Max será trasladado de urgencia a Madrid donde será intervenido con éxito. Meses después regresará al frente.

 El hijo de Félix Fernandez1, cuya aportación ha sido valiosísima y esclarecedora, nos aclara:

«Mi padre fue a visitarle al hospital, le estalló metralla entre las piernas, si bien fue herido en otras ocasiones -durante la guerra-  ya no fue en La Peña.»

La fuente historiográfica del hijo de Félix Fernández, el cual lleva el mismo nombre de su padre, es una extensa documentación sobre la guerra que Félix Fernández padre guardó con cuidado:

«Al fallecer mi padre, me fue legado por acuerdo tomado con anterioridad, toda su documentación y recuerdos de  la Guerra  Civil, los cuales me dedique a poner en orden y estudiarlos. Entre ellos está la comunicación epistolar que sostenía con Max Salomón, sobre todo aquella correspondiente a los últimos días de la República, el éxodo y el exilio.De la correspondencia»

En una de esas cartas Max reconoce:

«(…)sufrí añadiéndolas a un tiro antiguo por el pecho derecho otro por el izquierdo, otro por la ingle y unas cien heridas por metralla en escroto, muslos…»

En otra misiva fechada el 6 de julio de 1937, Max le escribe a Félix:

» (…) Aún una cosa sobre la que nunca hablamos. Te conocí de chiquillo, hoy después de esta guerra cruenta con sus experiencias eres todo un hombre. Has sido siempre un leal colaborador y amigo y en estas circunstancias ¿no te crees con más derecho de tutearme como tantos otros desaprensivos? No lo has hecho hasta ahora pero si te es grato me causarías con ello alegría».

Avanzada la guerra, y vaticinando un final trágico para la República, Max pone rumbo a Francia. Tras pasar por un campo de concentración, y gracias a la mediación de la Joint, consigue pasaje y visado para la República Dominicana. Allí trabajarán, padre e hijos, en una granja agrícola. Muy pronto la estancia de los Salomon Cazalis se torna un infierno, el hambre y la desesperanza se apodero de ellos.

Mientras tanto, Félix Fernández, el que fuera camarada, amigo y empleado, desde hacía meses interno en un campo de concentración francés, consigue un visado para México. Max recibirá las buenas noticias de su amigo en la más profunda depresión:

«Esto es un infierno. Ahora es al revés, soy yo el que te pide ayuda para ir a México».

El 17 de septiembre de 1945 los Salomon Cazalis desembarcan en el puerto de Veracruz. Sin la inestimable ayuda de Félix, que intermedió por sus visados, nunca lo hubieran conseguido.

Desde aquí expresamos nuestra gratitud al hijo de Félix Fernández, también llamado Félix, que nos iluminó en el desdibujado camino que nos acerca a la figura de Max. Félix está llevando a cabo una investigación sobre su padre y el propio Max a partir de la valiosa documentación que posee. Como él mismo nos aclara: “Mi finalidad es que se reconozca la valía e importancia de Max Salomón en la Guerra Civil y espero que en un día no muy lejano la España Republicana pague su deuda de honor con este ejemplar luchador”. El resultado de dicha investigación será publicado. Esperamos ansiosos esa fecha.

 Martin Julve  / Mozaika

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