Ya faltaban pocas horas para que comenzara Iom Kippur y todavía no había señales de un poblado…
Llegó
a un pueblito y le indicaron que todos los judíos habían viajado a
Vitebsk para el Día del Perdón. Estaba desesperado, ¿cómo estaría el día
más sagrado del año sin minián (quórum de 10 hombres)?
“Rabino”- le
dijo un campesino- a dos horas de aquí hay un pequeño poblado de
Cantonistas (judíos que habían sido arrancados por orden del Zar de sus
hogares, cuando eran pequeños. Eran torturados y educados a la fuerza
para que olvidaran su judaísmo. Permanecían en el ejército hasta por 25
años)
Son en realidad un poco extraños, pero son los judíos
que habitan más cerca de este lugar”. Apresuradamente Rabi Mordejai se
dirigió allí. Fue recibido calurosamente por los Cantonistas que se
alegraron inmensamente al enterarse que rezaría junto a ellos un
verdadero rabino.
Sólo pusieron una condición. “Usted dirigirá todas las
Plegarias, con excepción de Neilá (la última de Iom Kippur), que será
dirigida por uno de nosotros”. Después de una hora estaban todos
reunidos, envueltos en la sagrada atmósfera de Iom Kippur y
transportados por las Tefilot de Rabi Mordejai. Éste a su vez sentía que
algo especial estaba sucediendo. Se encontraba con hombres que habían
pasado por el infierno, sólo por el hecho de ser judíos. Su alma se
elevó con las Plegarias y así pasó la noche y luego el día. Finalmente
llegó el momento de Neilá.
Era el turno de ellos. Rabi Mordejai tomó
asiento y esperó para ver qué sucedería.
¿Qué tipo de rezo especial tenían preparado?
Uno
de los Cantonistas se puso de pie, se paró en el podio y comenzó a
desabrocharse y luego quitarse la camisa. El rabino quiso protestar, ¡no
es correcto quitarse la ropa en una Sinagoga! Pero la camisa se deslizó
de los hombros y dejó a la vista cientos de cicatrices; años y más años
de profundas cicatrices… cada una de ellas porque este hombre se había
negado a abandonar al Di-s de Israel.
Rabi Mordejai ahogó un grito y un torrente de lágrimas se deslizó de sus ojos.
El
Cantonista elevó sus manos al Cielo y dijo en voz alta: “¡Di-s,
envíanos al Mashiaj! ¡Redime a los iehudim ahora! No te lo pido en
mérito a nuestras familias, pues no las tenemos. No lo solicito por
nuestro futuro, pues no tenemos futuro. No lo hago por el bien de
nuestros hijos, o de nuestra comodidad, o reputación, pues carecemos de
todo ello. Sólo te pedimos que lo hagas en mérito de Tu Gran Nombre”
Entonces vistió nuevamente su camisa y comenzó a rezar.
Eso es lo que pedimos en el Día del Perdón:“Di-s, el mundo ha sufrido lo suficiente. Sólo envíanos al Mashiaj pues Tu eres bueno”.
Rabí Tuvia Bolton
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