La increíble historia del cineasta David Oliver.

 David Oliver, Berlin 1925

El 22 de marzo de 1934 aparece una pequeña nota escorada en la edición de mañana del The New York Times que lleva por título “Atentado contra un cineasta en Berlín”:

“BERLIN, 21 de marzo. Una bomba lanzada en la esquina de la avenida de Unter der Linden con Whilhelmstrasse estuvo a punto de costarle la vida a David Oliver, un ciudadano austríaco de fe judía (…) Se trata del propietario del Teatro Capitol.”

Esa misma noche se presentaba en el Capitol la película “Catherine The Great”, con Elizabeth Bergner en el papel de protagonista. Sería sin embargo el primer y último pase de los previstos. Desde aquel momento estaría completamente prohibida por las autoridades, en palabras de Hermann Goering, por entonces ministro de Interior de Prusia:

“ (…) resultaba repugnante para la opinión pública que hubiera en cartel una película protagonizada por una actriz judía y producida y dirigida también por judíos”

Paul Czinnner como director y Alexander Korda como productor, ambos refugiados judeoalemanes residentes en Londres, conformaban el resto del equipo.

David Oliver, desde el verano anterior residente en Barcelona, se dirigía al estreno cuando fue víctima del atentado. Tras una preliminar aproximación sobre los hechos todo hacía indicar que la bomba iba dirigida contra el señor Hermann Göring. El informe policial sospechaba de un único individuo que, por los primeros indicios, hubiera actuado en solitario. El incidente tuvo lugar en plena hora punta en una de las calles más transitadas de la ciudad, la bulliciosa Unter der Linden, lo que dificultaba aún más la investigación. La policía ofreció en un primer momento 5.000 marcos para todo aquél que pudiera aportar algo de información.

A la mañana siguiente, Mariano Rubio Tudurí, socio del señor Oliver en Barcelona, leería en La Vanguardia la noticia que informaba sobre los hechos:

» ATENTADO CONTRA GOERING
Fue arrojada una bomba a su paso Berlín (urgente), 21. —Esta tarde, en la glorieta formada por el cruce de la Wilhermstrasse y la Unter der Linden ha sido arrojada una bomba, según parece, contra un automóvil que ocupaban el señor Goering y el jefe de las milicias hitlerianas de Berlín, señor Ernst. Debido a que la bomba tardó algunos momentos en hacer explosión ambos señores han resultado ilesos, pero en cambio ha sufrido graves heridas un chófer de taxi que se hallaba en aquellos lugares. Hasta ahora se carecen de más detalles.— Fabra.
Nota oficiosa
Berlín, 21. —La Agencia D. N. B. publica la siguiente nota: «La Presidencia de la Policía de Bertín comunica que un desconocido arrojó esta tarde, a las dos, entre la Unter der Linden y la Neus Wilhemstrasse, cerca del Ministerio Prusiano de Interior, un artefacto que estalló, hiriendo ligeramente a un transeúnte y a un chófer de taxi, resultando ileso el pasajero que conducía. Se supone que el artefacto iba destinado a una persona que se encontraba o tiene la oficina cerca del lugar del atentado.»—Fabra.
Detalles de la explosión
Berlín, 21.— A la una y media de la tarde se ha registrado una formidable explosión cerca del edificio del Ministerio del Interior de Prusia. Se cree que la explosión fue producida por una granada de mano lanzada desde un automóvil que pasó junto al edificio en la plaza aristocrática de Parisen. La metralla alcanzó a un taxi que resultó con desperfectos, y el chofer y un pasajero con heridas leves. También produjo un enorme agujero en la acera.—United Press.
Un premio al que descubra a los autores
Berlín, 21.—El presidente de Policía de Berlín comunica en relación con la explosión de una granada esta tarde cerca del Ministerio del Interior, que existen sospechas de que el artefacto había sido lanzado contra determinada persona que estaba, o según cálculos de quien lo arrojó debiera estar, en el lugar a donde fue lanzado. Las indicaciones que se faciliten conducentes a la aclaración de este asunto, serán consideradas confidenciales, y la persona que las facilite será gratificada con 5.000 marcos.—United Press.”

Mariano Rubio i Tudurí era un abogado con sólidas creencias republicanas que había sido elegido como diputado de Esquerra Republicana de Catalunya en las elecciones generales de 1933. David Oliver tuvo claro que la inclusión de éste en la aventura de Ibérica Films sería determinante para el futuro éxito de la empresa. Ese mismo día, en la sección que lleva por título “En la Alemania de Hitler” del diario madrileño La Luz, aparece una nueva versión del atentado:

“OTRA VERSIÓN SOBRE EL MÓVIL CONCRETO DEL ATENTADO
BERLÍN, 22 de marzo — Parece ser que el atentado cometido ayer en la Wilhemstrasse iba dirigido contra un súbdito austríaco llamado Oliver. Este es propietario de una sala cinematográfica, en la que recientemente se proyectó el film “Catalina de Rusia”, que suscitó grandes manifestaciones de protesta por parte de los nacionalsocialistas. El artefacto con que se cometió el atentado era una granada de mano. La explosión destrozó el automóvil y el Sr. Oliver resultó levemente herido, y de más gravedad el conductor del coche. Hasta ahora no ha podido ser detenido el autor del atentado.—(Fabra.)”

Tres días después, en el diario La Libertad, aparece otra nota que añade más información para el esclarecimiento del caso:

“BERLIN, 24 de marzo. El atentado cometido el jueves pasado en la avenida Unter der Linden parece haber tenido un alcance más grave de lo que se dio a entender en el comunicado que se publicó el mismo día por la noche. Hoy ha circulado el rumor de que el consejero de Estado prusiano Sr. Ernst, que es jefe de las milicias de Berlín, ha resultado gravemente herido. Es en todo caso extremadamente curioso que hasta ahora no se haya hablado o insinuado que los autores del atentado fuesen comunistas. Además circulaba ayer el rumor de que una persona de la secretaria del Sr. Ernst ha sido detenida. También resultó gravemente herido el Sr. Krausch, funcionario del ministerio de la Guerra, que se hallaba allí por casualidad. A este señor habrá que amputarle un brazo, probablemente.”

Un día después, el 26 de marzo, el diario parisino Le Temps, aporta nuevos datos sobre la autoría del atentado y desmiente que Göring se encontrara en Berlín en ese momento. Además apunta el hecho curioso de que las autoridades policiales no hayan insinuado todavía que el o los perpetradores no procedan de la órbita comunista:

“El atentado del pasado jueves que tuvo lugar en la avenida de Unter den Linden parece ser mucho más grave de lo que el comunicado de la policía sugería. David Oliver, el dueño del teatro Capitol, parece que fue víctima del mismo por pura casualidad; el ataque iría dirigido en realidad a un político. Podemos desmentir que una de las otras víctimas haya sido el general Goering, ministro-presidente de Prusia, pues no se encontraba en Berlín en ese momento. Sin embargo, el rumor de que el Sr. Ernst, jefe de la policía prusiana, resultó levemente herido sigue en pie”

Tres días después, en la sección cinematográfica del periódico madrileño La Luz, aparece una nota que anuncia la censura sufrida por varios films de producción judía en suelo alemán:

“BERLÍN, 29 de marzo. La película “El boxeador y la mujer”, en la que aparecen como protagonistas el boxeador italiano Primo Camera y el púgil judío Max Baer, ha sido prohibida por las autoridades después de haberse proyectado en la pantalla durante dos semanas en el mismo teatro donde se proyectó la película “Catalina de Rusia”, que igualmente fue prohibida porque la protagonista era la estrella judía Elisabeth Bergner. Se cree que la prohibición de la película “El boxeador y la mujer” ha sido motivada por razones de raza. (United Press.)”

El 3 de abril el diario La Luz anuncia la recompensa de 30.000 marcos para aquél que aporte información para aclarar el caso:

“EN LA ALEMANIA DE HITLER
La Policía vuelve a ofrecer un premio de treinta mil marcos a quien indique el autor del último atentado BERLÍN, 2 abril. La Policía ha dirigido un nuevo llamamiento al pueblo renovando el ofrecimiento de un premio de 30.000 marcos para la persona que pueda indicar el autor o autores del atentado cometido el 21 del pasado marzo, arrojando una granada de mano, que hizo explosión en la avenida de Unter den Linden. En el llamamiento se hace constar que la granada, que iba envuelta en un papel de periódico, no ha sido tirada desde un coche. — (United Press.)”

Tres días después, el 5 de abril, La Libertad se hace eco de la muerte de Peter Voss, diputado del Reichstag y jefe de las SA:

“El jefe de las milicias hitlerianas se ahoga en un lago.
Berlín, 4.—Esta mañana ha perecido ahogado, durante un paseo en barca por un lago de los alrededores, el diputado del Reichstag Sr. Peter Voss. El Sr. Peter Voss era en la actualidad
Jefe de las milicias hitlerianas de Berlín.”

Tres semanas después del atentado de Unter der Linden, y a pesar de las dificultades a las que se enfrentan los investigadores, se detiene al primer sospechoso. Se trata del militante comunista Erwin Schulze. La Gestapo –la nueva policía Secreta del Estado que responde directamente de la Cancillería– hace lo imposible para hacerse cargo del caso, pero Wilhem Frick, ministro de Interior del Reich, lo impide. Pocos días después y a miles de quilómetros de distancia, el periódico liberal australiano The Courier Mail se hace eco de la noticia:

“BERLÍN, 13 de Abril. Un pintor de brocha gorda, Erwin Schulze, quien es supuestamente comunista, ha confesado ser una de las tres personas que lanzaron una granada de mano al taxi ocupado por David Oliver, un judío austriaco (…)”

Lo mismo ocurre con el periódico La Libertad de España:

“Berlín, 13.—Como se recordara, el día 21 del pasado mes fue arrojada una bomba desde la buhardilla de una casa situada en la calle Unter der Linden, en el número 76, cuya bomba hizo explosión en el borde de la acera, causando heridas a algunas personas. Tras incesantes pesquisas, la Policía detuvo anteayer a un obrero pintor llamado Schulze. Sometido a minucioso interrogatorio, dicho pintor ha confesado ser el antor del atentado.”

También el diario italiano La Stampa lleva a cabo un amplio seguimiento de la noticia, el misterioso atentado comienza a despertar el interés de todos los rotativos europeos:

“La bomba de Berlin
Berlin, 13, noche.
El pintor Erwin Schulze, detenido el lunes pasado en su apartamento, ha hecho hoy una amplia confesión. Ha declarado ser el autor del atentato de la Wilhemstrsse con Unter der Linden, ha confesado habe lanzado la bomba del cuarto piso de una casa que se encuentra casi al frente del palacio del Ministero de Interior de Prussia. Schulze formó parte, en el 1931, de una organización terrorista comunista”

Un mes más tarde, el 16 de mayo, La Stampa envía un corresponsal a Berlín para cubrir el juicio del atentado de Unter der Linden:

“Berlin, 16 de mayo, noche.
En el Tribunal Especial de Berlin ha comenzado hoy el proceso contra el pintor Erwin Schulze, comunista, acusado de haber lanzado – el 21 de marzo-, desde una buhardilla de Unter der Linden, una granada hacia la calle dañando a un automóvil que pasaba, dentro del cual iba el señor Oliver, miembro del consejo de administración del cine Capitol, quedando malherido el conductor del taxi en el que viajaba. Durante la instrucción –tal y como ha constatado el comunicado de la policía- se ha clarificado que no ha habido móvil político. Sin embargo la gravedad de los hechos pueden reportarle al acusado una pena de 15 años de cárcel o incluso la pena de muerte. Durante la instrucción Schulze ha declarado ser el autor de los hechos. Sin embargo, en el día de hoy y ante la presencia del juez, se ha desdicho de lo anteriormente confesado. Sus palabras han provocado una gran conmoción entre los asistentes. También han declarado el señor Oliver y el conductor del taxi, sus testimonios no han reportado ninguna novedad en la investigación. Ha sido un compañero de trabajo de Schulze, que se encontraba con él cuando ocurrieron los hechos, el que ha aportado nuevos datos al caso. Confirmando que Schulze no pudo haber lanzado la bomba ya que éste estaba trabajando a su lado en el momento de la explosión, y por lo cual, ha sido falsamente acusado, ha concluido.”

Al día siguiente La Stampa sigue aportando novedades:

“Curioso testimonio de un viejo que ha tenido una visión. En el proceso de la bomba de Unter der Linden se ha vivido un episodio sensacional. Apenas iniciada la audiencia el abogado del señor Schulze ha recibido una llamada de un desconocido que deseaba comunicarse urgentemente con dicho letrado. El desconocido afirmaba haber visto, la noche del 21 de marzo, como alguien lanzaba una bomba desde la azotea del propio palacio del Ministerio de Interior de Prussia, edificio vecino a la casa desde donde se cree que el acusado lanzó la granada. Inmediatamente el abogado defensor invitó al desconocido a presentase en el Tribunal para dar fe de sus palabras. La corte ordenó una pausa para poder atender al nuevo testimonio. Poco después se ha presentado en el Tribunal un anciano de aspecto bizarro y barba blanquísima que se ha identificado como el pintor Augusto Machane. Interrogado por el fiscal, ha afirmado conocer al individuo que lanzó la bomba, y que éste no coincide con el acusado. El viejo ha continuado su testimonio ante la incredulidad del público: ‘Deben saber, señores míos, que todo lo que aquí expongo es palabra de Dios. La información me fue revelada tras escuchar por la radio la noticia del atentado. Fue entonces cuando rogué a Dios fervientemente para que me mostrara el autor de los hechos. Y así fue (…) Hoy, ante ustedes, puedo describir al autor de los hechos sin miedo a equivocarme. Y aquel que tengo en mente nada tiene que ver con el que toma siento en el banco de acusados.” El Presidente del Tribunal no ha permitido que el testigo acabara su testimonio y ha ordenado que desaloje la sala, acompañado de varios agentes.
Después ha testificado el portero del edificio desde donde presumen se lanzó la bomba. Dicho testigo ha afirmado que durante el levantamiento espartaquista de 1918-19 la casa fue tomada por los insurrectos. Y que es muy posible que la bomba estuviera escondida en alguna parte del apartamento. Lo cual coincide con el informe policial que testifica que la bomba es de 1915.”

***

La noche del atentado el Berlín en el que había residido David Oliver durante más de veinte años ya no existe, es un mero recuerdo que se va disipando entre los resquicios de la Historia. La que un día había sido la ciudad más liberal del mundo era ahora una prisión a cielo abierto. Oliver hacía tiempo que lo sabía, tal vez por eso abandonara la ciudad un año antes, poco después de que la UFA, acrónimo de Universum Film AG, despidiera a todos sus empleados judíos.

Meses antes, el 13 de marzo de 1933, había entrado en vigor el decreto ley que establecía la creación del Propagandaministerium, el Ministerio de Propaganda , que erigiría las bases de la política de comunicación del nuevo régimen. Nueve días después, en un pleno multitudinario que tuvo lugar en el Reischstag, Hitler pronuncia un discurso en el que habla de “la necesidad de realizar una limpieza en la vida intelectual del país”. Sin hacerse esperar y bajo la batuta de Joseph Goebbels se promulga la ley que iba a establecer la misión del nuevo Ministerio:

“(…) para los fines de ilustración y propaganda en la población sobre la política del Gobierno del Reich y para la reconstrucción nacional.”

Tras la implantación de la norma nos situamos ante un escenario devastador para los autores y empresarios de procedencia judía. El 29 de marzo, tras sufrir presiones de la Reichsfilmkammer, el comité directivo de la UFA decide prescindir de sus empleados judíos. En poco más de una semana cancela sus contratos en vigor, dejando en la calle a la mayoría de sus estrellas: los famosos escritores Franz Schulz, Robert Liebmann, Hans Muller y Ludwig Berger, los actores Elisabeth Bergner, Conrad Veidt, Fritz Kortner y Peter Lorre, y los directores Erik Charrell y Erich Pommer. Éste último amigo personal de Oliver.

En algún momento después del 29 de marzo de 1933, cuando las garras del nazismo se ciernen sobre los negocios judíos, David Oliver decide emigrar hacia España. Pocos meses después, concretamente el 20 de septiembre, se anuncia en la prensa catalana la fundación de la productora cinematográfica Ibérica Films, de la que será el presidente del Consejo de Administración. La productora había sido fundada ocho días antes, el 12 septiembre de 1933, por Oliver y otros dos socios, el también refugiado judío Kurt-Louis Flatau y el catalán Mariano Rubio Tudurí. La nota de La Vanguardia anunciaba que “los propósitos de esta nueva entidad” eran “los de la distribución en España de películas cinematográficas de carácter internacional; la explotación de teatros; la producción en España y distribución en el mundo entero de películas habladas en español y la fabricación y distribución en España de películas de propaganda comercial”.

El periódico madrileño La Luz también anuncia la creación de la productora:

“Nueva entidad cinematográfica Ibérica Films, S. A.
Se ha constituido en Barcelona una nueva Sociedad Cinematográfica, denominada Ibérica Films, S. A. Los propósitos de esta nueva entidad son los siguientes: la distribución en España de películas cinematográficas de carácter internacional; la explotación de teatros; la producción en España y distribución en el mundo entero de películas habladas en español; la fabricación y distribución en España de películas de propaganda comercial. Se trabaja activamente en la preparación de las primeras cintas que editará Ibérica Films. El conjunto de producción abarca un número de cinco films de los mejores escritores españoles. Estas cintas serán filmadas con los adelantos técnicos de los mejores estudios extranjeros y la organización comercial de la entidad permitirá que sean explotadas en todas las naciones, realizando con ello una labor patriótica y de propaganda de nuestras costumbres e idioma. También se propone Ibérica Films explotar salones cinematográfico en España, estando en trato con varios de ellos para empezar en breve. J. J. Letsch ha asumido la dirección general dela Ibérica Films, S, A. El Sr. Letsch no es un desconocido en España, porque durante tres años fue gerente de la Metro-Goldwyn-Mayer de nuestro país. De España fue mandado por la Metro- Goldwyn-Mayer a la América del Sur, donde, especialmente en la Argentina, ha explotado material de la Compañía,  de esta manera ha adquirido una gran experiencia de los negocios en general en los países hispanoamericanos.”

Pero ¿quién era David Oliver? ¿Qué rol jugaba en la industria cinematográfica alemana? ¿Qué relación tenía con la banca alemana y en específico con la Banca Hardy? ¿Y con las SA?

Cuando Oliver llega a Barcelona en un momento indeterminado entre el 1 de abril y el 15 de agosto de 1933, hace ya más de una década que ha dejado su trabajo como productor cinematográfico (había ejercido como directivo en la UFA145, Decla-Bioscop y en la Russo-Film, en la cual había coincidido con Pommer y Meinert). En estos diez largos años se ha dedicado principalmente al lucrativo negocio de los bienes raices, tras dejar el cargo directivo en la UFA comienza a edificar teatros y salas de cine por toda Alemania: Munich, Nuremberg, Dresden, sobre todo para Phoebus & Co. En 1928 el propio Oliver escribe:

“Como fundador y directivo del consorcio Oliver, y luego de la Universum Film AG,  he edificado un sinfín de teatros en los últimos 25 años, con un éxito fuera de dudas. El Proyecto de Hamburgo superará todas las expectativas”.

Oliver hace referencia al que será el mayor palacio cinematográfico de Europa, el magnífico UFA-Palast de Hamburgo, con más 2.600 asientos. Al mismo tiempo ocupará el cargo de director del grupo de inversiones inmobiliarias Grundwert AG, afincado también en Hamburgo. Durante aquellos años y hasta el advenimiento de los nazis, mantendrá una estrecha y prolífica relación con directivos de la banca alemana, entre ellas la prestigiosa Banca Hardy, como insinuaría el seminario satírico barcelonés Be Negre meses después.

La crisis bancaria de 1931 había mostrado lo que podía pasar si no se tomaban las decisiones adecuadas. La Hardy & Co, por entonces entidad subsidiaria del Dresdner Bank, recibió 2,5 millones de reichmarks. Dinero que en parte financió la campañ electoral de Paul von Hindenburg. A principios de 1933 aún se notaban los coletazos de la crisis, el principal objetivo del gobierno alemán era reducir la tasa de desempleo. Por entonces se veía con malos ojos un exceso de intervención en la economía, el objetivo de la banca era estabalizar no desastibilizar, por lo que no se tomaron medidas antisemitas. Sólo un judío, Wilhem Kleemann, miembro activo de la comunidad judía berlinesa, fue despedido de los comités ejecutivos de los Bancos, en este caso del Dresnder Bank. Ocupando su puesto Reinhold Quaatz, un medio judío. En abril de 1933 sin embargo se acelera la persecución debido a la presión ejercida por la propia calle. No obstante no será hasta 1938 cuando la Hardy & Co, que vivía bajo el emparo del Dresdner Bank, sufrirá el proceso de arianización definitivo.

***

El 25 de mayo de 1934, con David Oliver residiendo ya en la ciudad condal, aparece una nota en el The Jewish Criterion, que anuncia la condena a Erwin Schulze, único detenido del caso. Dice así:

“Erwin Schulze, pintor nazi que el 21 de marzo intentó asesinar a David Oliver, arrojando una bomba en el interior de su automóvil mientras éste circulaba por Unter der Linden, fue condenado por el Tribunal Sumario de Berlín y sentenciado a diez años de cárcel.”

El The Jewish Criterion pasa por alto la supuesta militancia comunista de Erwin y lo señala como nazi, lo que, en un principio, puede generar dudas sobre su verdadera identidad. Además detalla que la bomba ha sido lanzada hacia el interior del vehículo desde, se entiende, la misma calle. Lo cual contradice el acta policial y la palabra de varios testigos, que hablan de una bomba “caída del cielo”, lanzada supuestamente desde una azotea.

¿Quién se esconde tras el nombre de Erwin Schulze, acaso es un militante comunista, y si lo fuera, qué rol juga dentro del partido? ¿Qué motivos tiene para atentar contra Oliver, existe móvil ideológico o de clase? ¿El atentando había sido fruto de un plan trazado de antemano o como consecuencia de un arrebato individual? ¿Era Oliver su verdadero objetivo? Muchas dudas se ciernen sobre los hechos. Abordémoslas.

Poco más de un año antes, durante la noche del 27 de febrero de 1933, las llamas se habían llevado por delante el edificio del Reichstag, dando el tiro de gracia definitivo a la democracia alemana y dejando el terreno sembrado para la instauración del régimen nazi. El principal sospechoso, y a la postre detenido y condenado a muerte, fue un joven anarquista holandés, enfermo de la vista, que respondía al nombre de Marinus van der Lubbe. Aquel episodio oscuro de la Historia sirvió a Hitler para afianzarse en el poder y alentar la persecución de sus enemigos políticos. Al mismo tiempo, y como si estuviera planificado de antemano, puso en marcha el aparato de propaganda del partido para difundir el miedo ante la amenaza comunista.

Marinus van der Lubbe moriría guillotinado en la cárcel de Leipzig la mañana del 10 de enero de 1934. Tres días después hubiese cumplido veinticinco años. Había sido el único condenado del complot, los tres ciudadanos búlgaros que se habían sentado a su lado en el banco de acusados, habían salido absueltos. Semanas después de dicha ejecución, Willi Münzenberg, encargado de propaganda del Partido Comunista Alemán, presenta El libro blanco del Incendio del Reichstag en el que acusa a Van der Lubbe de ser un instrumento de las SA.

Cuarenta y siete años más tarde un tribunal de Berlín Occidental, por entonces ciudad partida en dos, absuelve a Marinus de los cargos que se le imputan. El 30 diciembre de 1981, el periódico El Pais publica una nota al respecto:

“La décima sala del Tribunal Supremo de Berlín Occidental ha dictado sentencia absolutoria post mortem en favor de Marinus Van der Lubbe, presunto incendiario del Reichstag, ejecutado el 10 de enero de 1934 por los nazis. Cuarenta y siete años después de aquel incendio, que allanó a Adolfo Hitler el camino del poder absoluto, una comisión de historiadores ha logrado reunir suficientes documentos para probar que fueron los propios nacionalsocialistas quienes prendieron fuego al Parlamento alemán con el fin de desatar una amplia operación contra sus verdaderos rivales políticos, los comunistas.”

Willi Frischauer, corresponsal en Berlín del periódico vienés Weiner Allgemeine Zeitung, envió una nota a su jefe la misma noche del suceso del Reichstag, decía así:

“Poca duda puede haber de que el incendio que en estos momentos está destruyendo el Reichstag ha sido provocado por secuaces del gobierno de Hitler. Todo parece apuntar a que los incendiarios utilizaron un pasadizo subterráneo que conecta el parlamento con el palacio de su presidente, Hermann Göring.”

Según la comisión de historiadores el auténtico artífice e instigador del incendio pudo haber sido Hermann Göring. Las sospechas se basaban en el testimonio del general Franz Halder – inquirido por ello en el transcurso de los Juicios de Nuremberg–, el cual había confesado haber escuchado al propio Göring vanagloriarse de la autoría de los hechos. Según Halder, Göring, en un arrebato de sinceridad, había dicho: “¡El único que realmente sabe lo que ocurrió en el Reichstag soy yo, pues yo le prendí fuego!”. Aparte de la presunta confesión sabemos que meses antes el propio Göring –por entonces presidente en funciones del Reichstag– había ordenado inspeccionar el túnel que unía su residencia con los sótanos del parlamento. Los historiadores Alexander Bahar y Wilfried Kugel sostienen que miembros de las tropas de asalto hitlerianas, en específico un grupo denominado Unidad de Misiones Especiales, accedió al Reichstag la tarde del 27 de febrero a través de ese pasadizo secreto.

En 1969 un comité de historiadores reunidos en Luxemburgo ratificó que los nazis habían sido los verdaderos culpables del incendio del Reichstag. Los informes concluyentes afirmaban que el complot había sido diseñado y ejecutado por el Standartenführer de las SS y jefe de las SD , Reinhard Heydrich. El Standartenführer de las SA, Erwin Villain, comandaba el grupo de voluntarios que cuarenta y ocho horas antes se habían dirigido al palacio de Göring para ejecutar el plan. Uno de los integrantes de aquel grupo había sido Karl Ernst, un miembro destacado de las SA que dirigía en aquel momento al SA-Untergruppe de Berlin Este. Cinco días después del incendio del Reichstag, el 1 de marzo, fue ascendido a jefe de grupo del recién creado SA-Obergruppe III. Meses más tarde –el 1 de diciembre– será de nuevo ascendido, ocupando el puesto de líder de las SA en toda el área de Berlín Brandenburgo. Su misión específica será la persecución y aniquilación de los opositores al régimen, a la que se dedicará con esmero y sin compasión.

Ernst, berlinés de pura cepa, nacido el primero de septiembre de 1904 en el barrio de Wilmersdorf, había ejercido de camarero en el Hotel Eden antes de convertirse en uno de los líderes de la Frontbann, una organización creada tras el Putsch de Munich sobre los escombros de una malherida SA. A partir de ese momento se irá ganando a pulso la fama de sádico sin escrúpulos, fama que comenzó a fraguarse en los bajos fondos berlineses en los años que actuó como guardaespaldas del industrial Friedrich Flick.

Demos ahora un salto hacia adelante y situémonos a principios de 1934. Karl Ernst, por entonces líder de las SA prusiana, vive en carne propia el enfrentamiento de los suyos con la Reichswehr. Su superior, Ernst Röhm, consciente de su poder, presenta un memorándum a Werner von Blomberg, ministro de Defensa, en el que le exige que las SA reemplacen al ejército regular y que sus filas se incorporen al cuerpo de las “camisas pardas”. El ejército, receloso de la escalonada influencia de las SA, mueve ficha. El 28 de febrero, obligado por las presiones de Hitler, Röhm firma a regañadientes un documento según el cual reconoce y acata la supremacía de la Reichswehr. El posicionamiento de Hitler no amedrantará a las SA que iniciarán una guerra interna en los entresijos del poder nazi con la intención de cambiar la postura del régimen.

A finales de 1933, tras otorgar carta blanca a las unidades de las SA para que actuaran con plena impunidad por las calles de Prusia, Göring comenzó a recelar de los movimientos de sus cuadros dirigentes. A pesar de dirigir el cuerpo en sus inicios y formar parte de la planificación del Putsch de Munich, hacía ya tiempo que había perdido su influencia en el cuerpo. Sus recelos van más allá de las SA y sus dirigentes, Rohm y Ernst a la cabeza, recaen también entonces en la figura del hasta entonces imprescindible Rudolf Diels, jefe de la Gestapo. Lo acusa de estar próximo a Röhm y ser ambivalente: “Te lo advierto, Diels, no puedes sentarte a ambos lados de la valla”, acaba diciéndole.

Entre el 25 y 27 de abril de 1933, un mes después de la toma de poder del Partido Nazi, Göring será nombrado primer ministro de Prusia y ministro de Aviación respectivamente. A esos dos cargos sumará el que ya ejercía, el de presidente en funciones del Reichstag. El 30 de noviembre, ávido de contrarrestar la primacía de las SA, crea una fuerza policial prusiana, la Geheime Staatspolizei, conocida como Gestapo, y coloca a su cabeza a Rudolf Diels, un policía de su confianza que hasta
entonces ejercía de comisario de la policía política prusiana. La nueva agencia ubicará su flamante sede en el número 8 de Prinz Albrechstrasse.

Meses más tarde, en marzo de 1934, en un contexto de disputa interna que enfrenta a las SA con otros aparatos policiales del Estado, Göring pide a Diels que diseñe un atentado ficticio en contra de su persona. El objetivo es sembrar las dudas sobre las SA, señalándoles como incitadoras del crimen. Con el cargo de primer ministro a Göring le correspondía una residencia oficial ubicada en Wilhemstrasse. Se trataba de un edificio añejo, mal conservado y carente de luz, que nunca despertó su interés y en el que tan sólo ejercía su secretaría, Pili Körner. En realidad ya hacía bastante tiempo que Göring había puesto sus ojos en una villa ajardinada a unos pasos de Leipziger Platz, a tiro de piedra del Palacio Prinz Albrecht, sede de las oficinas de la Gestapo. En cuanto pudo se hizo con ella y ordenó restaurarla a su medida. Finalmente acabaría cediendo su residencia de Wilhemstrasse al inefable Rudolf Hess.

La tarde del 21 de marzo fue la fechaba escogida para ejecutar el plan. Desde la azotea de un edificio en obras, colindante a la residencia del primer ministro, sita en Wilhemstrasse, alguien, un desconocido, lanza una granada dirigida hacia su vehículo oficial. La bomba, tras rozar un cable eléctrico, se precipita hacia el vacío para terminar estallando en la calle. La gente, presa del pánico, corre a derecha y a izquierda en busca de cobijo. La granada explota junto a un taxi que termina volcado obstruyendo la calle. Una nube de humo negro asciende desde el depósito del coche. En segundos, Unter der Linden se convierte en un hormigueo de curiosos que se acercan para ver el estado del vehículo. Varios policías, presentes en la zona, se dedican a contener a la muchedumbre que se apila sobre el cordón policial. Los cristales rotos por la onda expansiva rechinan bajo sus pies. Del vehículo sale un hombre por su propio pie, el conductor sin embargo permanece inmóvil con la cabeza apoyada al volante. El hombre se acerca aturdido a los soldados que le preguntan sin suerte sobre su estado. Se llama David Oliver y dice ser ciudadano austriaco.

***

El 24 de septiembre de 1932 la Agencia de Inteligencia francesa recibe un informe de su informardor en Barcelona en el cual se precisa que el grupo nazi de la ciudad está siendo financiado por “la banca, las principales casas de comercio y firmas industriales alemanas”. Un último informe advierte de la creación de un “Centro Hitleriano” en la calle Ferran Puig 17, situado en el barrio de San Gervasio, “que celebra reuniones semanales los miércoles, a las que todo el mundo puede asistir”. Un año más tarde, y coincidiendo con la presencia de Oliver en Barcelona, el cónsul francés comunica a su superior la creciente preocupación ante la notoriedad del grupo nazi de la ciudad, “indeseable desde el punto de vista de nuestra tranquilidad”.

En este contexto de lucha propagandística el cine juega un papel determinante. La embajada alemana en España recibe órdenes directas de Goebbels, apremiándoles a identificar en la industria cinematográfica española quiénes fueran judíos o enemigos del nazismo. Les encomendaba además a que redactaran un informe detallado con minuciosas descripciones –incluso íntimas– sobre los films, sus protagonistas, productores, directores, etc., que luego debía ser enviado a Berlín.

Manu Valentin / Mozaika

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